Tengo tanto miedo de que me dejes pero duele más que no lo dejes de hacer,
y es que sé que te estás yendo pero tus pasos van tan lento
que aún percibo tu olor.
Avanzas como si tus pies te pidieran explicaciones por cada
metro que recorres
y esos pensamientos que se arremolinan al querer contestar,
sé cómo es eso,
te hacen retroceder.
Si tu corazón pide que me abraces, tu mente pide que me
olvides
convirtiéndote en una bala que no acaba de penetrar en mi
cuerpo o en una bala
que no acaba de salir…
Se desesperan los puntos en mi piel que desean reventar
y empezar el difícil
camino a la cicatriz, esa marca que no se borra pero que repara.
Si cortara mis venas,
aquí mismo, no tendría la paz que el sueño promete
pues serías la gota de sangre que juega en la herida,
impidiendo que mi latir se vaya
pero haciendo imposible el levantarme y seguir.
Por eso aún estás aquí, táctilmente te veo y con mis ojos te
siento.
Técnicamente y por
momentos seguimos siendo los ases que ganan en póker.
Técnicamente y sólo por momentos, tu sonrisa me dice “paciencia”
aunque tus dedos no se dejen cazar.
Yo sé que te estás
yendo, déjame ayudarte a llegar a la puerta y partir,
No oigas a tus pies, no oigas a tu pecho, que no pesen los
recuerdos,
que el camino al olvido es como la sombra a la luz de la
vela,
será más pequeño cuanto más lejos de la luz te encuentres… Y
yo fui tu luz.
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